Según el Dr. Oscar Biurrun, experto en logopedia y otorrinolaringología, uno de los
trastornos más frecuentes que padecemos durante la infancia son los relacionados con la audición: los problemas del habla y los trastornos del aprendizaje en general, o lo que es lo mismo, los que tienen que ver con oír,
pero, sobre todo, con entender. Existe la falsa creencia de que el diagnóstico de estos trastornos coincide con
las primeras semanas de curso escolar, ya que la 'vuelta al cole' normalmente marca la pauta en la toma de consciencia de este tipo de problemas.
Sin embargo, los problemas derivados de un trastorno de la audición
suelen manifestarse mucho antes, a veces durante el curso anterior, otras antes de llegar a empezar la etapa escolar. Con el paso del tiempo, los más pequeños
van mejorando su pronunciación, dejando de lado los balbuceos: el problema surge cuando, a partir de los 4 o 5 años, los 'peques' siguen sin pronunciar determinados sonidos (como el rotacismo, o la confusión entre 'r' y 'rr'), o
confunden fonemas, como en el caso de la 's' y la 'z'.
En este sentido, los expertos destacan la importancia de
visitar al logopeda lo más rápido posible, en cuanto se detecte algún problema que pueda derivar más tarde en otro tipo de patologías, como la
dislexia, que dificulta la lecura y por tanto la comprensión durante la etapa escolar, la
dislalia, un trastorno en la articulación de los fonemas que puede hacer que el habla del niño resulte prácticamente ininteligible, la
tartamudez o la
disfagia, el término que define los problemas para tragar presentes entre algunos niños.
'Hay que tener en cuenta que el tiempo
raramente es terapéutico y que, cuanto antes se diagnostique un caso y se actúe, mejor', aclara el doctor, que propone como solución más eficaz la visita al especialista para hacer frente a los trastornos en el habla y la comprensión,
antes incluso de que el niño empiece a leer o escribir. La clave para una lectoescritura exitosa es que el
lenguaje oral esté correctamente asentado entre las habilidades del pequeño, una vez abandone la guardería y se integre en la rutina escolar.
Personalizar el
diagnóstico resulta pues fundamental para evitar que el rendimiento se vea afectado por las competencias lingüísticas y de audición y comprensión, todas ellas
herramientas básicas para el desarrollo académico del niño. La clave del éxito: la
implicación tanto de la familia y como de los educadores, que generen un entorno homogéneo para el aprendizaje del niño, sin crear sensación de resentimiento o rechazo en el pequeño.