Aún parece reciente aquél día de verano del año pasado cuando Sofía y Carlos Felipe de Suecia juraron amor eterno frente al altar en una boda celebrada por todo lo alto. Un año tres meses después, la pareja regresa a la misma iglesia para bautizar a su primero hijo, el Príncipe Alexander, en un evento que reunió a toda la familia real sueca en un desfile de sonrisas, estilo y elegancia.
Apenas hace cuatro meses la familia real festejaba una celebración similar con el bautizo del Príncipe Oscar, y Estocolmo vuelve a estar de fiesta. En la ceremonia, considerada de Estado, el protagonista fue el Duque de Södermanland, de cinco meses de edad, quien llegó a la iglesia en los brazos de su madre, siempre atento y observándolo todo mientras vestía un delicado ropón, una prenda histórica de los Bernadotte. El ropón fue estrenado por el Príncipe Gustavo Adolfo en 1906 y ha sido usado por todos los miembros de la familia. En el forro, lleva bordado el nombre y la fecha de todos los príncipes que han sido bautizados con él, lista a la que se suma el nombre de Alexander.
Entre los cinco padrinos elegidos para Alexander, destacan las hermanas mayores de los felices padres: Victoria de Suecia y Lina Frejd, de soltera Lina Hellqvist. Victor Magnuson, sobrino del Rey, Jan-Åke Hansson y Cajsa Larsson también fueron padrinos del pequeño, quienes después de la lectura en la misa, pusieron las manos sobre la cabeza de Alexander para sellar su compromiso como padrinos.
Alexander, en todo momento estuvo muy tranquilo, incluso cuando Antje Jackelén -la primera mujer arzobispa de Suecia- le vertió el agua bendita. A diferencia del protagonista, sus primas, las Princesas Leonor y Estelle, estuvieron más inquietas y, a ratos, abandonaban la iglesia para divertirse un poco a las afueras del templo para después regresar junto a sus padres.