Esther Cañadas

Tiene el poder de encandilar solo con su presencia. Su mirada felina, sus labios carnosos y sus medidas de infarto, no son de este mundo. Convertida en una de las top más cotizadas de los 90, esta albaceteña que iba para detective tuvo que sortear todo un camino de obstáculos, incluso una enfermedad, que le hizo replantearse las prioridades de su vida.

1 Marzo 1977

Albacete, España


Horóscopo : Piscis

En Alemania tenían a Claudia Schiffer, en Estados Unidos a Cindy Crawford, en Inglaterra a Naomi Campbell y en España teníamos a la albacetense Esther Cañadas conquistando las pasarelas de los 90. Su mirada felina, sus kilométricas piernas y esas ganas de comerse el mundo la llevaron a convertirse en musa de grandes diseñadores Chanel, Óscar de la Renta o Calvin Klein aunque una dura enfermedad, en la cúspide de la fama, la obligó a echar el freno.

Cambió sus aspiraciones de ser detective por la moda

Se ganó la fama a pulso, poco a poco, paso a paso, como quien dice, en silencio, sin escándalos. Su prestigio es el resultado de la tenacidad y el esfuerzo que supone abrirse paso en el difícil mundo de la moda. Si no hubiese sido por su madre, que supo ver en ella las cualidades perfectas para que se convirtiera en una top, hoy Esther, en lugar de ser modelo, sería una guapa detective. Ésta es la profesión con la que soñaba de joven, quizá un sueño alimentado por alguna serie de televisión de su adolescencia; pero su destino fue muy distinto y pospuso sus estudios de criminología por el modelaje.

Un camino lleno de obstáculos

Esther, quien se crio en Alicante, donde fue apodada como 'la alemana' debido a sus rasgos nórdicos, consiguió su primer contrato de modelo con una agencia llamada 'Take 2' después de ganar un concurso para una revista dirigida a un público adolescente. Tenía 15 años y un camino lleno de obstáculos por delante pues a Esther le toco viajar de una ciudad a otra sin apenas un euro en el bolsillo. "De dinero andaba mal. El arroz blanco me quedaba muy rico y era de lo poco que podía permitirme. Lo comía en el desayuno, en la comida y en la cena. No tenía más" relataba la modelo en una entrevista televisiva.

"A veces he acabado durmiendo en un hostal. Cuando acababa ahí era un poco de bajón, no por nada, sino que cuando empecé no estaba mal dormir en ese tipo de sitios en los que compartías baño, pues era parte del proceso, pero cuando pasaban tres años y acababas en el mismo hostal decías: "Algo falla". En Portugal también he vivido, y cuando regresé mis compañeras de piso se habían ido, no tenía casa ni dinero y en Navidad acabé en el hospital sin ropa y sin nada, y es en esos momentos cuando te preguntas: "¿qué hago? ¿me rindo?" Pero al final era satisfactorio porque de alguna manera iba consiguiendo ir dando pequeños pasitos" añadía la top.

Su gran despegue en Nueva York

Poco a poco comenzaron a llamar a su puerta los agentes y aunque Cañadas quería ir a todos los sitios del mundo menos a Japón y Nueva York, acabó poniendo rumbo a la ciudad de los rascacielos ya que le salió un trabajo por treinta mil dólares de la época y sus largos días comiendo arroz blanco se plantaron frente a sus ojos y no dudó en aceptarlo.

Steven Meisel y Donna Karan

Y la suerte de Esther cambió. Se convirtió en musa del fotógrafo Steven Meisel y de la diseñadora Donna Karan logrando que todas las pasarelas internacionales contarán con ella para alguno de sus desfiles, compartiendo así protagonismo con modelos de la talla de Claudia Schiffer, Cindy Crawford o Naomi Campbell. "Gracias a Donna Karan mi cara estuvo en taxis y vallas publicitarias, tanto en invierno como en verano" ha señalado la propia Esther.

Mark Vanderloo y Sete Gibernau, sus dos amores

Y fue precisamente en el rodaje del anuncio del perfume DKNY donde, Cañadas conoció a su futuro marido, el modelo Mark Vanderloo y aunque su matrimonio duró tan sólo diecisiete meses, de junio de 1999 a noviembre del 2000, se convirtieron en la pareja más guapa del momento. La top volvería a casarse, esta vez con el piloto de motos Sete Gibernau, del que se separó un año después.

Su enfermedad: vasculitis

A pesar de que no tenía demasiada suerte en el amor, el trabajo no le faltaba y la modelo siguió trabajando a un ritmo frenético para diseñadores tan conocidos como Jean Paul Gaultier o Alexander McQueen, sin embargo a mediados de la primera década del 2000, la vida de la top dio un giro de 360 grados cuando empezó a sentir horribles dolores.

La supermodelo tuvo que parar su carrera en pleno éxito por la enfermedad que le diagnosticaron: vasculitis. "Bastante tenía con no morirme", aseguraba la modelo en el programa de Las tres puertas de María Casado en TVE. "Llega un momento en el que te levantas y piensas: "¿Esta es mi vida? ¿De verdad que mi vida es ir al médico, ir al hospital, tener un montón de efectos de todo tipo en mi cuerpo?”. Y cuando te dicen que sí, que es crónico, es complicado", añadió.

La principal característica de esta enfermedad es la inflamación de los vasos sanguíneos (arterias, arteriolas, capilares, vénulas y venas), lo que produce una disminución del flujo vascular o incluso una interrupción completa del mismo. Esto puede provocar cansancio, fiebre, pérdida de peso, afectación del estado general y desarrollo de manifestaciones clínicas locales.

La llegada de su hija: Galia

Tras este gran susto, Esther se replanteó sus prioridades, y en 2014 daba la bienvenida a su hija Galia y ponía rumbo a México para alejarse lo máximo posible del foco mediático. Sin embargo, superado aquel bache de salud y con su hija más mayor, la top decidió hace dos años asentarse de nuevo en España y retomar su profesión.

Fue Balmain quien la rescató del “olvido” y la puso a desfilar de nuevo y desde entonces no se ha bajado de las pasarelas, aunque solo sea para trabajos puntuales, ya que esta albaceteña que un día formo parte del 'dream team' de las modelos de los 90 tiene su puesta vista en el mundo de la interpretación.