Carmen Martínez Bordiú

De su abuela aprendió a no hablar nunca mal de la gente. De las trampas de la vida aprendió a afrontar el dolor con un toque de inconformismo que le ayuda a levantarse y seguir caminando optimista allá donde el destino le depara. Las crónicas de la época decían que la infancia y juventud de Carmen Martínez Bordiú eran dignas de un cuento de hadas. Pero ella no se durmió en castillos de algodón. Quiso vivir con un aire de bohemia que aun hoy conserva

26 Febrero 1951

El Pardo, Madrid, España


Horóscopo : Piscis

Desde muy joven se mostró inquieta y receptiva por conocer más allá de las paredes del palacio de El Pardo. Hija de Cristóbal Martínez-Bordiú, X marqués de Villaverde, y de Carmen Franco Polo, duquesa de Franco. Conoció a Alfonso de Borbón en la embajada de España en Suecia. Él, catorce años mayor que ella, supo (desde sus primeros encuentros) que se iban a casar. Y lo hicieron por todo lo alto, el 8 de marzo de 1972.

Mil invitados fueron testigos de un enlace que ocupó las portadas de los principales semanarios. Francisco Franco, abuelo de la novia, y Emmanuela Dampierre, madre del novio, se ocuparon de recibir a los ilustres convidados, entre los que se pudo ver a Raniero y Grace de Mónaco, la Begum, los reyes de Grecia, Víctor Manuel y María Gabriela de Saboya, etcétera. Ocho meses después de contraer matrimonio, la pareja daría la bienvenida a su primer hijo, Fernando y el 14 de abril de 1974 llegó el segundo, Luis Alfonso.

La felicidad de la pareja se fue extinguiendo poco a poco. En 1976 conoció en Bari, Italia, a Jean-Mari Rossi. Tiempo más tarde tomó por amor una terrible decisión: dejar su país y sus hijos e irse a París. Fueron años marcados por el dolor. Un dolor que se vio brutalmente multiplicado cuando, en 1984, murió su hijo Fran en un accidente de tráfico (cuando volvía con su padre y su hermano de esquiar). Esa tragedia marcó su vida para siempre.

Pero el destino se ensañó con la familia Rossi-Martínez Bordiú. Pocos meses después, en agosto, fallecía Mathilda, hija de Jean Mari Rossi. Según palabras de Carmen Martínez Bordiú si no hubiera sido por el nacimiento de la pequeña Cynthia la relación con Rossi se hubiera roto ahí mismo. No fue así. Al quedarse embarazada, decidieron contraer matrimonio (el once de diciembre de 1984). Su hija nació en abril de 1985, justo el día de la Virgen del Recuerdo.

Aún marcada por la muerte de su hijo y de la de Matilda a bordo de una lancha motora, se unió el trágico accidente de esquí su primer marido y que le costó la vida durante una estancia en una estación de Colorado.

Tal vez las heridas, por las desgracias ocurridas en el transcurso de su relación, no estaban bien curadas, por eso Carmen y Rossi decidieron separarse en 1994 y obteniendo su divorcio un año después.

En el verano de 1993 conoció (o mejor se reencontró) con Roberto Federici. El eslogan de un jersey que él se llevó por error parecía pronosticar un futuro común: 'It's our time'. Era su momento. Y lo aprovecharon.

La relación duró diez años y en 2004 decidieron cada uno tomar caminos diferentes, aunque antes Roberto Federici acudió como invitado a la boda de Luis Alfonso, quien contrajo matrimonio con en noviembre del 2004 con María Margarita Vargas Sataella, hija de Víctor José de Vargas y Uruaquin, abogado y financiero, y de Carmen Leonor Santaella Tellerías. El enlace tuvo lugar en la capilla de San Estanislao de Cracovia, una de las más antiguas de la capital dominicana y a ella acudieron numerosos rostros conocidos y el enlace estuvo amenizado por la música de Juan Luis Guerra, David Bisbal, Los del Río y Manuel de Angustias.

Pasional donde las haya, Carmen, de raza y de fuerza, siempre ha huido de tibiezas, medias tintas e inseguridades. Mujer de grandes amores (y desamores), que evita eufemismos y fiel a sus principios, no le tembló el pulso y dio un giro radical a su vida. Y lo hizo por honestidad con sus sentimientos. Sin importarle el qué dirán, comenzó una nueva vida poco después de la boda de su hijo, Luis Alfonso. Dejó París y regresó a la Sevilla de su alma. Pero no como esperaba. Las cosas se torcieron, los planes no salieron tal y como quería y se volvió a refugiar en París.

Luego, cuando amainó el temporal mediático que se levantaba a cada uno de sus pasos, reflexionó sobre su vida, su momento y su futuro. Comenzó a ir y venir aunque poco a poco se iba quedando más tiempo. Existía un motivo de peso. Mucho más allá de la comentada posible reconciliación con el arquitecto italiano —que para ella ese amor es ya historia y amistad— había una nueva razón para que sus estancias se prolonguen cada vez más. Esa razón tenía nombre y apellidos: José Campos, un empresario cántabro que le ayudó a olvidarse de las preocupaciones de su vida.

Enamorada y demostrando que la vida sigue mucho más allá de los 50, Carmen contrajo matrimonio con el santanderino el 18 de junio de 2006, en la capilla de la finca "Las Almentas", de Cazalla de la Sierra (Sevilla), propiedad de Cesar Alba y Mercedes Castillejo Oriol, propiedad de Cesar Alba y Mercedes Castillejo Oriol, íntimos amigos de la familia Franco. La novia, estaba radiante con el diseño de Christian Lacroix, de estilo imperio, confeccionado en muselina blanca, llevaba un corsé por delante, con un lazo azul bordado a mano, y adornado con rosas bordadas en cristal.

Afincada en tierras cantabras, Carmen ha logrado encontrar al lado de José Campos aquella estabilidad que con tanta ansia buscó y no encontró. Arropada siempre por su marido, a pesar de pasar algunos meses separados por cuestiones profesionales, Carmen ha vuelto a sonreír al lado de los suyos. Convertida en abuela en marzo de 2007 de una niña llamada Eugenia, Carmen Martínez-Bordiú espera con ansia la llegada de su segundo y tercer nieto, ya que según afirmó el pasado 25 de noviembre de 2009 a través de un comunicado, su esposa, Margarita de Vargas Santaella, está esperando mellizos.